La magia innovadora en la obra de Elena Garro
Patricia Rosas Lopátegui
Este 22 de agosto de 2008, hace diez años que Elena Garro se fue pero no la olvidamos. Elena está acariciando a sus gatos y nos mira para ver si estamos leyendo sus novela, relatos, piezas teatrales, memorias, poemas, guiones cinematográficos y artículos periodísticos, en donde expuso con una mirada crítica, mordaz y poética el mundo en el que vivimos. Tratar de definir a Elena Garro en unas cuantas palabras resulta una tarea imposible. A Elena hay que recordarla, sobre todo, como una persona que quiso transformar el mundo machista, corrupto y totalitario en el que vivió. Se enfrentó –como un Felipe Ángeles, una Juana de Arco, un Emiliano Zapata– con los terratenientes y funcionarios criminales para defender a los campesinos y los derechos humanos. También peleó por democratizar el sistema mexicano al lado de Carlos A. Madrazo. No
satisfecha con su lucha social, simultáneamente, iba revolucionando el teatro y la literatura en México y en
Hispanoamérica. El general Elena, la eterna niña-poeta, la de la mirada penetrante, la de la voz rebelde y antisolemne, la que miraba el mundo y lo transformaba en poesía y lucha por el pueblo vive hoy con nosotros y sus gatos pensando en un mejor futuro para todos.
En 1976, cuando leí por primera vez Los recuerdos del porvenir en un seminario de literatura mexicana, descubrí a la escritora que sería mi heroína. Como en el juego “A las estatuas de marfil...”, así me quedé yo: encantada, maravillada, deslumbrada ante la fuerza poética del lenguaje de Elena Garro, la lucidez de su análisis deconstructor sobre la realidad mexicana y su mirada profundamente crítica y desmitificadora sobre el lado oscuro del ser humano. Nadie nunca me había deslumbrado ni me ha deslumbrado como Elena Garro.Pero para mi sorpresa descubrí que estaba frente a una escritora fantasma, a quien el gobierno y el
statu quo se había encargado de desprestigiar mediante la leyenda negra que le indilgaron acusándola de “conspiradora, cabecilla de un complot comunista, enemiga del régimen, traidora, loca, paranoica”, etcétera, etcétera, a raíz de la masacre perpetrada en Tlatelolco en 1968.
En los años setenta parecía como si Elena Garro no hubiera existido nunca: sus tres libros publicados hasta el
momento, Un hogar sólido y otras piezas en un acto (1958), Los recuerdos del porvenir (1963) y La semana de colores (1964) eran inconseguibles; en nuestro curso de literatura mexicana tuvimos que leer Los recuerdos del porvenir en copias fotostáticas. Además, nada se sabía de ella. Y lo peor de todo, nadie quería hablar de Elena Garro. Como dijo Emmanuel Carballo: “Elena Garro es como una escritora clandestina, hay que hablar en voz baja de ella para que nadie lo sepa porque nos puede pasar algo, como si fuera una conspiradora, una dinamitera”.1 Sin embargo, en 1976, yo había descubierto a una gran escritora y decidí ir tras sus huellas. La tarea desde entonces ha sido una larga y turbulenta travesía, pero al mismo tiempo un viaje gratificante, especialmente en momentos como éste, en el que la revista Casa del Tiempo reconoce a una de los escritores –preciso decirlo en masculino para abarcar ahombres y mujeres ante el sexismo que priva en nuestra lengua– más relevantes no sólo de las letras mexicanas sino de la literatura mundial. Esta aseveración no es gratuita. Si como dijo Margarita Michelena: “Un clásico es, por esencia y definición, un intemporal, un siempre próximo, un salvado de lo adjetivo y circunstancial. Y así, generalmente, no hay nada más fresco, más vivo, actual y comunicable, que un texto clásico”,2 sabemos que Elena Garro escribió obras
que forman ya parte de las letras clásicas universales, como Los recuerdos del porvenir, “La culpa es de los tlaxcaltecas”, Un hogar sólido, La señora en su balcón, Los perros, El árbol, Felipe Ángeles, Testimonios sobre Mariana, Memorias de España 1937, Inés, entre muchas otras.
Como no es posible en este espacio revisar cada una de sus obras, me limitaré a mencionar algunas de ellas y sus aportaciones.
Elena renovó el teatro en México en los años cincuenta. El dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda definió
así a la escritora poblana y su quehacer escénico: “Única, inquietante, original, perturbadora, Elena Garro rompió con el teatro costumbrista y creó un teatro moderno que se adelantó a su tiempo. Innovadora, inauguró un estilo, el realismo mágico en el teatro, un tono y unas atmósferas que ningún otro dramaturgo ha logrado”.3 Como buscadora incansable de la esencia de las cosas, de lo verdaderamente trascendental de la existencia, Garro acababa con los viejos moldes teatrales al romper con el espacio y el tiempo realistas insertando la magia en la composición escénica. Elena demostraba que el escenario teatral (sinónimo del escenario de la vida) sigue la “lógica” de los sueños, de la suprarrealidad onírica. Todo puede suceder en escena, sólo basta imaginarlo. En sus farsas rompe sorpresivamente con la realidad temporal y espacial mediante situaciones de gran originalidad. En Un hogar sólido una cripta se convierte en la casa familiar donde cohabitan diferentes generaciones, ahí Catita de 5 años vive con su hermana Jesusita de 80 años; Titina, en Andarse por las ramas, con un insignificante pedazo de gis rojo, fractura la mecánica de la cotidianidad al dibujar una puerta que la lleva a otra dimensión; mientras que en El rey mago, Cándido disloca el espacio tradicional cuando arrea su caballito de cartón y lo hace volar. Además, Garro se convertía en la renovadora de las palabras, en la artífice que recreaba las imágenes anticuadas. Su apuesta: no desechar las frases gastadas, sino abordarlas como el juego infinito de un caleidoscopio para inyectarles nueva significación.
En el campo de la narrativa también es quien rompe con los parámetros de la literatura realista e introduce el llamado “realismo mágico”, y no es Gabriel García Márquez con Cien años de soledad (1967), como se repite en el canon de las letras, novela que es posterior a Los recuerdos del porvenir (1963). Sin embargo, Elena siempre rechazó esta clasificación del mundo académico porque para ella la realidad mágica de Los recuerdos del porvenir no es sino la representación de lo que vio, escuchó y experimentó desde niña; es decir, la representación del pensamiento mágico y milenario de la cosmovisión indígena que siempre ha estado presente en México.
Su estilo matizado por la más excelsa expresión poética es uno de los sellos distintivos en su producción, tanto literaria como dramática; su lenguaje simbólico es el vehículo por medio del cual propone una dimensión más humana y justa donde tengan cabida la ilusión, la generosidad, el amor, la libertad. Con Los recuerdos del porvenir –como con sus piezas teatrales– Garro revolucionó las letras en América Latina. En esta novela desentierra el espinoso tema de la Guerra cristera (1926-1929), un asunto poco tratado en la literatura nacional. Como ninguna novela mexicana retrata los horrores que vivió el país bajo la dictadura del hombre
fuerte de la Revolución, Plutarco Elías Calles. En Los recuerdos del porvenir, Elena Garro nombra lo que somos, lo que es México a partir de su historia, de sus mitos, de sus crímenes, de sus traiciones, de los siglos poblados de injusticias sociales, en fin, de su memoria colectiva, a través de la voz del pueblo mexicano encarnada en un lugar mítico llamado Ixtepec, ese pueblo símbolo de nuestra nación donde cobran vida la cosmovisión mágica, sabia y premonitoria de los antiguos mexicanos, yuxtaponiéndose, y a veces fusionándose, con el legado de los conquistadores.
Es decir, lo que somos como nación: indios y españoles, seres duales. Por eso, junto a la filosofía romántica de los personajes formados en la cultura de Occidente (la familia de Martín Moncada), se da la cosmovisión de Tefa y de Félix, la de los antiguos mexicanos (la que ve a Felipe Hurtado caminar bajo la lluvia sin mojarse, la que convierte a Isabel Moncada en piedra).
Aquí aparece el país dividido entre los viejos y nuevos ricos adueñados del poder, y los indígenas que vuelven a ocupar su lugar en el pasado. Iguala-Ixtepec –transfiguración de México– es el pueblo arrasado por un gobierno
No hay comentarios:
Publicar un comentario